viernes, 10 de abril de 2015

POEMA NARRATIVO: VOLVER ANTES QUE IR







Me ha parecido una bonita idea que a mi editor de poesía, Eugenio Cano Hernández​, se le haya ocurrido ofrecer estos días un descuento en la compra de mi poema narrativo "Volver antes que ir" y, además, el envío gratuito del libro a  la casa del lector/a. Para encargarlo, basta con escribirle un mail a editor@eugeniocanoeditor.com o llamar por teléfono al 616420606.

Y me alegra esta noticia porque a este libro le tengo un afecto especial. Se trata de un poema narrativo de 1117 versos. (El único libro que he escrito en la variante argentina). Versos que hablan del viaje del alma, del traslado, de la emigración (que es hereditaria), del otro, del distinto, del amor, del deseo, del horror y del error... Versos antecedidos por un prólogo titulado "Secreto" y, después, por estas líneas que copio a continuación:

¿Vos creés que detrás de las cosas hay algo?
Y no.
Sin embargo, a veces tengo la impresión de que sí. De que hay que ir leyéndolo todo. No te podés conformar con creer.

LA PRIMERA, EN LA FRENTE.

Llegás a un lugar distinto. Distinto a vos, se entiende, porque vos sos un conglomerado de convicciones y de costumbres o, lo que es lo mismo, de prejuicios.
Llegás a un lugar donde el tiempo se mide de otra forma. Hay que aprender de nuevo.
Salís de casa –tener una casa es algo que ya sabés hacer; es fácil. Imaginate que tenés que salir de una cueva o que no tenés de dónde salir-. Salís, entonces, convencida de que con tus euros –la moneda del primer mundo- te va a bastar para organizarte según tus convicciones y tus hábitos. Caminás ponele diez o doce cuadras. Bajo el sol y sobre charcos. Sos una extranjera. Tenés que preguntar cómo funcionan los pasos, los gestos, las medidas. Cuando alcanzás el espacio donde la gente ocurre te das cuenta de que tu límite sos vos. No entendiste nada. Vuelta atrás. No conseguiste cambiar tus poderosos euros por los miserables pesos. Te da que pensar. Y más todavía cuando, en el camino de vuelta, te agachás a juntar una moneda. En el sitio del que venís con esa moneda no comprarías ni aire: ahí para respirarlo hay que formar parte. En la moneda hay un código que tenés que descifrar, pero te faltan elementos. Esa moneda tiene que ver con tu viaje. Es iniciática. Es la que inaugura. Te mira y te dice que te cambió la vida. Que cambiaste la vida: es moneda de cambio. Podés saltarle arriba; es un trampolín metálico. Ojo, ¿cuánto o cuándo hay que saltar?
Es un golpe con efecto. Es una fábula: las fábulas se cuentan, como las monedas. Son circulares. Tienen cara y cruz. Vos no. ¿O vos también? Anverso y reverso, puede ser, claro. Te tiraron al aire, fuiste a parar a otro hemisferio, rodaste, rodaste de canto tanto tiempo y tu naturaleza te lleva a aterrizar del lado en que te conociste. Cara: puede ser el modo de designar el precio de la nueva vida, la vida en tu idioma: no va a ser la misma que en el de otros. Ahí empezás a entender algo: aprender a hablar otra vez es el principio de todo, ¿te das cuenta? Árbol, rulemán, puente. Cómo lo vas a cruzar: son palabras recuperadas, que están en vos, que te persiguieron hasta acá, fieles a su misión, a su intención de recuperarte completa, ambiciosas, patrióticas ellas, como de 25 de mayo y de bicentenario y de himno, oíd mortales, justo eso, mortal pero a tiempo todavía de ser cara y no cruz, de ser cara y no canto, de dejar la ficción y abrazar la literatura, de recorrer lo tuyo y de recurrir a lo tuyo, cuando lo tuyo es una moneda que tiene valor solo en tu mundo, que todavía no conocés; lo llevás incorporado, está en tu piel, ensanchada en el lugar donde fueron muriendo los que te dieron nombre y bagaje, los que te preguntaron, los que te mintieron para no hacerte daño, como si no fuera eso un oxímoron, una enfermedad del alma que llama secreto a la mentira, que la llama piedad o cuidado, que la disfraza con trajes que le quedan grandes y chicos, porque a la mentira nunca se le encuentra ropa de su talla, todo le queda mal, no es como vestir a un niño o a un anciano, no es una reina con atavío a medida. La mentira, eso sí, te permite volver a empezar. Tanto trayecto por desandar, digamos, para llegar hasta la primera, para atreverte a mirarla y desnudarla.
***
Fotos: La niña soy yo, la adulta mi madre. Esa foto, que nos hizo mi padre (fotógrafo), aparece junto a otras en el libro.
Y la cubierta.

En este enlace se puede leer una buena reseña acerca del libro:
http://fcompany.blogspot.com.es/2012/03/volver-antes-que-ir-segun-la-lectura-de.html?m=1

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